Ni nadar ni aquagym, este es el deporte perfecto para los mayores de 65

Ejercicio físico

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El ejercicio acuático aprovecha las propiedades del agua en favor de la condición física reduciendo el impacto sobre las articulaciones. La natación y el aquagym son buenos ejemplos, pero existe una técnica menos conocida y especialmente útil a partir de los 65 años porque favorece la movilidad, mejora el equilibrio y ayuda a evitar caídas: el Ai Chi.

Actualizado a: Miércoles, 16 Julio, 2025 07:12:32 CEST
gente mayor en el agua El agua es un gran medio para fortalecer el cuerpo sin impacto ni riesgo de lesiones (Fotos Shutterstock)

El origen del Ai Chi se sitúa en Japón durante los años 90. Jun Konno desarrolló este método combinando principios del Tai Chi, el Qigong y la hidroterapia occidental. Se diseñó como un procedimiento terapéutico con el objetivo de mejorar la movilidad, el equilibrio y el control respiratorio.

Se trata de una técnica de ejercicio acuático en aguas termales o templadas (entre 32ºC y 34ºC), que se realiza de pie. Los movimientos son lentos, circulares y fluidos, que comienzan y se sincronizan con una respiración diafragmática lenta, profunda, rítmica y consciente. Las posturas se enlazan de manera secuencial, manteniendo la atención plena en el cuerpo y el equilibrio, en una dinámica similar a una meditación activa.

La secuencia consta habitualmente de 19 movimientos que se prolongan por un tiempo aproximado de 30-45 minutos. En la postura corporal la alineación es fundamental; los pies se separan al ancho de los hombros, las rodillas ligeramente flexionadas, la espalda recta y la cabeza alineada con la columna. La flotación natural del agua ayuda a mantener una postura erguida y relajada.

Como en el Tai Chi, uno de los objetivos es conseguir el equilibrio entre la mente y el cuerpo: “Igual que en el Tai Chi, el Ai Chi busca armonizar el movimiento físico con la parte mental o psíquica. Se trabaja para conseguir una sensación de paz y equilibrio emocional”, significa Rosa Mejide Faílde, médico especialista en Hidrología Médica e Hidroterapia, y catedrática de la Universidad de A Coruña.


La ventaja del medio acuático

Una de las diferencias principales con respecto al Tai Chi es el medio en el que se realiza, como explica Inma Santes, fisioterapeuta del Instituto de Rehabilitación Neurológica Irenea Aguas Vivas (perteneciente al grupo Vithas): “Ambos comparten raíces en el movimiento consciente y los principios orientales de la energía corporal, pero el Tai Chi se practica en suelo firme, mientras que el Ai Chi se realiza en el agua, lo cual reduce el impacto articular y favorece la relajación muscular”.

Esta profesional de la salud añade que no es que una técnica sea mejor que la otra, sino que la elección dependerá del tipo de entrenamiento que se adapta mejor a cada persona o patología: “El Ai Chi es más accesible para personas con limitaciones físicas, gracias a la flotabilidad del agua, y es una opción excelente para personas mayores y pacientes con daño neurológico o dolor crónico”.

Una interpretación similar hace Rosa Mejide: “El agua ofrece una resistencia constante en todas las direcciones. Esto fortalece la musculatura de forma suave y segura, sin impacto. También se aprovecha la flotabilidad para descargar peso de las articulaciones”.

La especialista en Hidrología Médica añade que el agua facilita el movimiento activo, muy importante cuando hay debilidad muscular, y que esté a temperatura termoneutra facilita el calentamiento corporal, lo que tiene efectos muy positivos: “Además de efecto analgésico y relajante muscular, promueve alteraciones en las propiedades físicas de los tejidos fibrosos (tendones y ligamentos), aumentando la capacidad de distensión de estas estructuras y haciendo que cedan más fácilmente al estiramiento”.

Pablo Javier Olabe, doctor en Fisioterapia , especialista en terapia acuática y profesor en la Universidad Católica San Antonio de Murcia (UCAM), es el autor del estudio “Repercusión de Ai Chi en el equilibrio de las personas mayores”. 

Coincide en que el medio acuoso supone una ventaja que no es baladí: “Cuando nos metemos en el agua, se produce una reacción en nuestro cuerpo que tiene un impacto terapéutico. Dentro del agua no pesamos, lo que favorece la libertad de circulación, los tejidos y las articulaciones se mueven con más facilidad, y si añadimos los movimientos del Ai Chi, estimulamos nuestros mecanismos de propiocepción, que están relacionados con el equilibrio”. (El sistema propioceptivo nos informa de la posición y movimiento de nuestro cuerpo en el espacio).

Mayores de 65

Los expertos consultados por CP aseguran que el Ai Chi mejora significativamente el equilibrio, la movilidad funcional, la fuerza postural, la respiración y la relajación. “En mayores de 65 años, esto se traduce en prevención de caídas, mejora de la calidad del sueño y del estado de ánimo, reducción del dolor musculoesquelético y de la rigidez articular, y en estimulación cognitiva porque requiere coordinación, memoria y atención”, precisa Inma Santes.

Estos beneficios responden a varios factores fisiológicos: “La inmersión en agua caliente reduce la carga gravitacional, alivia tensiones y favorece la movilidad sin dolor; la presión hidrostática mejora la circulación venosa, el retorno linfático y la oxigenación; el control respiratorio y la atención plena activan el sistema parasimpático, reduciendo el estrés y mejorando la percepción corporal; y el trabajo motor secuencial mejora la propiocepción y la integración sensoriomotriz”.

Relevancia clínica y evidencia

Rosa Mejide asegura que varias revisiones sistemáticas concluyen que el Ai Chi mejora significativamente el equilibrio, el dolor, la movilidad funcional y la calidad de vida en diferentes condiciones de salud frente a ejercicios en seco. Eso sí, todos los estudios confirman que la duración del tratamiento ha de ser al menos de 8-12 semanas continuadas para obtener beneficios apreciables.

Pablo Javier Olabe destaca la relevancia clínica que tiene el hecho de que esta técnica sea una herramienta eficaz para la prevención de caídas: “A tenor de los datos de la Organización Mundial de la Salud, 1 de cada 3 personas mayores de 65 años se van a caer y, de los que se caen, el 30% van a fallecer en menos de un año como consecuencia de ello”.

En su estudio se seleccionaron 54 personas con riesgo de caída, entre 60 y 85 años de edad. Al inicio y al final de la intervención se aplicó a ambos grupos el test Timed Up and Go (TUG), que consiste en medir el tiempo que tarda un individuo en levantarse de una silla, caminar una distancia de 3 metros, girar y volver a sentarse en la silla. Si el tiempo es de 0 a 10 segundos, no existe riesgo de caída; si es de 10 a 14 segundos, el riesgo es moderado, y si supera los 14 segundos, es elevado.

Los dos grupos mejoraron este test de equilibrio, pero la diferencia es más significativa en el experimental, que pasó de 13,057 a 10 segundos, situándose prácticamente en un rango de ausencia de riesgo, mientras que el control pasó de 12,917 a 11,277 segundos. “El grupo control mejora pero no tanto como para evitar ese riesgo de caída”, apostilla Olabe.

Beneficios en ictus y fibromialgia

Por su parte, la fisioterapeuta de Irenea significa que varios estudios han acreditado la contribución del Ai Chi en algunas patologías como el ictus y daño cerebral adquirido (Kannan et al, 2020, Scientific Reports): “Demuestran cómo el Ai Chi mejora el equilibrio en pacientes post-ictus”. O en pacientes con fibromialgia: “En estos pacientes el Ai Chi tuvo efectos superiores frente al ejercicio acuático convencional en dolor y fatiga”.

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