Soy podólogo y este es el peor calzado que puedes usar en verano
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En verano es habitual ver rozaduras producidas por el cambio de calzado pero también aumentan problemas como las fascitis o las talgias, debido, en parte, al tipo de zapato que usamos en estas fechas. Hablamos con un experto que nos dice cuál es el mejor y el peor de todos.
Actualizado a: Jueves, 17 Julio, 2025 07:34:31 CEST
Llega el verano y el cambio de calzado. Pasamos de un calzado cerrado y recogido a uno abierto y, en ocasiones, peligroso y dañino para los pies. De hecho, es habitual que las consultas de los fisioterapeutas y de los podólogos se llenen de pacientes con problemas en esta parte del cuerpo y por lesiones que se han agravado en verano por el uso de un calzado inadecuado. Tal y como indica a CuídatePlus Jorge Escoto, del Colegio de Podólogos de Valencia, “el verano es una época en la que los pies sufren mucho por diversos motivos”. Entre ellos destaca “el tipo de calzado que se lleva, el hecho de desprotegerlo de golpe y sin transición y la falta de cuidados durante el invierno”. Esto, sumado al hecho de que, “en la mayoría de los casos no está muscularmente preparado para ello, es habitual que aparezcan los problemas de adaptación al calzado veraniego”.
Los problemas habituales son:
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Rozaduras
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Ampollas
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Grietas en los talones
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Micosis
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Dolencias en la región del retropié como talalgias y fascitis
Esto es así porque, como explica el podólogo, “los pies durante el invierno van con un calzado la mayoría de las veces sujeto por lo que la musculatura intrínseca del pie no tiene que hacer un trabajo extra, únicamente andamos y el zapato nos sigue”. Sin embargo, “en verano y con determinados calzados el pie tiene que esforzarse para no perder el calzado, además de ser inestable”. Por otra parte, en invierno, “llevamos calcetines que son la principal barrera de protección contra el calzado y de absorción de sudor”, algo que en verano no ocurre.
De todos los problemas del pie que pueden aparecer en verano, los más frecuentes, según el experto son “las patologías del retropié como las fascitis y talalgias”. Esto es así porque “la musculatura intrínseca del pie, de forma habitual no trabaja por los calzados que llevamos, y cuando se ve en la tesitura que tiene que hacerlo, no está preparada por la falta de entrenamiento”. Tras ellas se encuentran “las micosis (infección por hongos) y el famoso pie de atleta, que se produce por una humedad continuada en el pie y que afecta principalmente a los espacios interdigitales y pliegues de los dedos”.
Cómo se pueden prevenir
Para la prevención de problemas lo ideal es “acudir a la consulta de un podólogo antes del verano para que evalúe el estado del pie, vea cómo están los pies de preparados en cuanto a callosidades, hidratación, estado de las uñas y ver que no seamos nosotros foco de contagio”, señala. Además, el experto “recomendará el tipo de calzado que mejor se va a adaptar a tus pies”.
El peor calzado para verano
Pero no sólo la falta de entrenamiento afecta al pie sino también el uso de un calzado inadecuado. De todos ellos, sin duda, el peor de todos son “las chanclas de dedo, con suelas habitualmente de espuma plástica”. ¿Por qué? “Por la inestabilidad que produce en los pies, por la falta de sujeción y contención y por la mala calidad de los materiales que suelen estar confeccionadas”. Esto “se manifiesta rápidamente ya que en relativamente poco uso comienzan a hacerse patentes las alteraciones biomecánicas de las personas o las prominencias óseas marcadas a modo de hundimiento, durante todo el verano”.
En opinión del experto, no deberíamos usar nunca este tipo de calzado o, si se usa, hacerlo el menor tiempo posible. Las mejores opciones son siempre “los calzados que van sujetos tanto a la zona del empeine como a la zona del tobillo, para que la musculatura no trabaje en exceso”. Además, “deberían tener una suela confeccionada con material que soporte nuestro peso y que evite deformidades tempranas”.
Sobre si es bueno o no cambiar de calzado en verano, Escoto cree que sí. “Es recomendable tener diferentes calzados y utilizarlos de forma apropiada”. Las chanclas “están diseñadas para ir a la piscina, playa etc, pero el resto del tiempo debemos utilizar sandalias con sujeciones al empeine y tobillo, confeccionadas con materiales que se adapten al pie y que eviten la sudoración”. Si el pie, aún abierto, “suda en exceso, hay que tener varios calzados para poder limpiarlos”. Por otro lado, “al tener varios calzados las deformidades por uso tardan más en hacerse patentes”.